03 de juny 2008

ELS ANGELETS D'OCAÑA











Rosario Fontova / El Periodico

El nuevo dueño del piso que compró el pintor poco antes de morir descubre un fresco naíf del artista. El propietario planea abrir el espacio como sala polivalente.

El pintor más naíf de la Rambla, conocido simplemente por su apellido, Ocaña, dejó en la pared de su nuevo piso de la plaza Reial un friso de ángeles con cara de niño. Ocaña no pudo disfrutarlo porque murió a poco de hipotecarse con tres millones después de que se incendiara el disfraz que llevaba en las fiestas de su pueblo, en Cantillana (Sevilla), en 1983. Tenía tan solo 38 años.

A su muerte, el fresco ha seguido intacto en una de las habitaciones interiores del primer piso del número 10 de la plaza Reial de Barcelona. Virtudes Ocaña Rodríguez, hermana del pintor sevillano, lo vendió en 1985 al cantautor Lluís Llach. En 1999 el piso pasó a manos de un equipo de arquitectos que lo vendió a una sociedad a la que pertenece Darío Olaortúa. El piso, con amplias habitaciones de terrazo hidráulico antiguo y molduras de yeso, será a finales de mes un espacio polivalente que incluirá sala de exposiciones.

Olaortúa relaciona los frescos de los angelitos de Ocaña con una agitada inauguración a la que asistió en 1983. En esa época, Olaortúa era socio de la galería Joan de Serrallonga, en la calle de Mercaders. Fundada en 1976 y hoy desaparecida, la galería organizó una exposición de Ocaña que entonces acababa de morir en un hospital de Sevilla y era ya un icono de la Barcelona contracultural y libertaria.

Inauguración agitada."Llegaron Nazario y sus amigos a la inauguración. Hicieron un altar con flores y de repente un tío se quitó la túnica, se despelotó y los otros le siguieron. Se armó un lío tremendo y a las diez de la noche tuvimos que cerrar la puerta de la galería", recuerda Olaortúa, que todavía imagina los óleos con las candorosas vírgenes de Ocaña. El artista también dejó angelitos con guirnaldas pintados en su primera vivienda de la plaza Reial, ahora ocupada por la Fernanda.

El vecino NazarioAlejandro Molina vive con Nazario en un estudio casi pared por pared del que ocupó Ocaña en la plaza Reial, pero en el número 12, donde hay una pequeña placa de cerámica que le recuerda. Ambos son artistas y formaron parte del vecindario informal y bohemio que iba y venía por los estudios del edificio durante los años 70. "Casi todos éramos maricones y había también un picaderillo que tenía un abogado. Estaban Camilo, Alberto Cardín, Sisa, la Perica, Pep Torruella y nosotros. Ocaña nos dijo, 'nenas, que queda un piso vacío porque se van unas tortilleritas', y nos trasladamos", cuenta Molina.

"Ocaña pintaba cenefitas en el patio y cuando le caían churretones de pintura, decía, déjalo, y entonces lo arreglaba haciendo unas florecitas", añade Molina. Se dice que en una celda de la prisión Modelo puede quedar también alguna huella de la traza pictórica de Ocaña, encarcelado con Nazario por escándalo público cuando se manifestaban por la Rambla vestidos de Massiel y fueron detenidos a porrazo limpio. "Mientras Nazario les pintaba los brazos a los presos como tatuajes, ella Ocaña les hacía una felación, según me contaban", relata Molina.

Llach, el siguiente inquilinoOcaña, que jamás tuvo una nómina, pudo comprarse un piso grande para él solo gracias al director de una sucursal de la Caixa que confió en él. Alejandro Molina recuerda que en las grandes salas que daban a la plaza Reial, Ocaña tenía su dormitorio, su taller de pintura y otro donde hacía sus muñecos y manejaba con destreza telas y purpurinas. En una de esas grandes y luminosas habitaciones componía con su piano años más tarde Lluís Llach.El fresco, pintado de manera apresurada, es del mismo estilo barroco, de ingenua devoción, que una pintura que Pep Torruella, amigo de Ocaña, llevó a la muerte del artista, para cumplir sus últimas voluntades al monasterio de Montserrat, que tardó 22 años en exponerlo en su museo. Darío Olaortúa no quiere tardar tanto. El hallazgo del mural angélico en su nuevo local le estimula para preparar una exposición del transgresor Ocaña, el inquilino más popular de la plaza Reial hace 20 años y ahora casi un extraño.

Divendres, 12 de setembre 2007